¿Vós dónde estabas el 27 de agosto de 2015?

Avances y retrocesos, viejos actores y nuevas construcciones políticas, sueños y desencantos, continuidades, fisuras y rupturas. Un año después del paro nacional de agosto 2015 y de la renuncia-debacle de Otto Pérez Molina y el proyecto patriota (neoliberalismo militarizado contrainsurgente)[1] el país continúa refractario a análisis y proyecciones: difícilmente clasificable, aparentemente desnortado y sin rumbo.

Los referentes políticos tradicionales (actores, proyectos, modos de actuar) están profundamente cuestionados y parcialmente agotados. La crisis continúa en ascenso: no se resuelve con la salida de Pérez Molina, las elecciones, los procesos judiciales que depuran a la clase política, las reformas parciales en el actuar del Estado (sobre todo en las áreas de seguridad, salud y tributaria). Es una crisis de larga data, profunda, multidimensional y multicausal. Integra al menos estos factores:

disputa intraelitaria del poder político y económico (oligarquía, economía emergente y criminal, transnacionales, ejército),

pérdida de legitimidad del Estado (incremento de la pobreza y la vulnerabilidad, corrupción) especialmente entre clases medias urbanas, soporte conservador del sistema actual,

reposicionamiento de Estados Unidos en Guatemala y el continente, en oposición a intereses empresariales locales (incluida la economía criminal y el narcotráfico) y transnacionales. Estados Unidos integra su agenda e intereses en las disputas generales,

resistencias sociales y comunitarias, que proponen un nuevo modelo de organización y convivencia. La oposición social en comunidades y pueblos al proyecto neoliberal militar debilita el actual modelo de Estado.

Es crisis de legitimidad (falta de consensos) y una crisis del régimen[2] construido a partir de 1986 tras el fin de los gobiernos militares.

Buques insignia de este régimen (cámaras empresariales, sistema de justicia pro empresarial, ejército operando bajo la doctrina de la seguridad nacional, primacía del derecho de las empresas sobre los derechos individuales y colectivos, estado debilitado, partidos políticos concebidos como cauce para la recomposición del pacto de elites, no como intermediación social) continúan desplazándose pesadamente, aunque en las fronteras del caos: afirma el analista Edgar Gutiérrez que bailan en la cubierta mientras el Titanic se hunde. Por ello es que casi todos los escenarios de salida de la crisis (autoritario, reformas controladas, refundación del Estado) contemplan el cambio constitucional, símbolo de un cambio de régimen. La pregunta sin respuesta es a dónde nos conduce este cambio. 


Un paso atrás: deja vu o la transformación imposible

Por momentos, la cultura política retrocede décadas: por ejemplo, con el enésimo debate (o su ausencia) sobre la reforma tributaria y fiscal. Aquí, las razones en contra se repiten como letanía y el diálogo se anula a sí mismo, al obviar temas medulares como el principio de progresividad (que paguen más quienes más tienen) o el debate sobre qué modelo de Estado o de organización garantiza el ejercicio de derechos.

La continuidad de instituciones y prácticas autoritarias y excluyentes, la lenidad en el impuso de reformas políticas (electoral, tributaria, desarrollo integral, medios de comunicación comunitaria, y otras), la presión sobre el sistema de justicia para anular casos de corrupción, la continuación de la persecución a opositores, la fortaleza de grupos militares y paramilitares que pelean el control del ejecutivo, el incremento de la pobreza, refuerzan algunos de nuestros temores más consolidados, impresos en nuestra conciencia colectiva:  

La conciencia colectiva del fatalismo: a pesar de lo que hacemos, todo sigue y seguirá igual.  
La conciencia colectiva de la impunidad: a pesar de nuestros esfuerzos, los poderes históricos mantienen sus privilegios.
La conciencia colectiva de la sujeción: a pesar de lo que luchamos, el poder oligárquico, homogéneo, sin fisuras y direccionado, impondrá su agenda, cambiará para que nada cambie y continuará dominando.

El pragmatismo resignado (Andrés Pérez Baltodano)[3] que conforma una identidad y un modo de actuar (o de inacción), se actualiza y convierte en una invitación a dejar de luchar.  

Un paso adelante: la elipsis (imperfecta) de la  historia

Pero la historia, más que con continuidades absolutas y lineales, está construida a partir de interrupciones. La elipsis perfecta de la historia (aquella diseñada con regresos recurrentes al punto de partida) se quiebra cuando los argumentos transmitidos desde los poderes dominantes (Estado, clase empresarial, medios de comunicación corporativos) son contestados por personas y organizaciones con sentido crítico y otra visión de la sociedad. La impunidad se debilita o resiente, aunque no modifique (todavía) el modelo de Estado y de sociedad, así como el ejercicio de poder conocido como la vieja política.

La apertura del debate y la acción colectiva hacia temas hasta ahora tabú (más allá de la corrupción) oxigena y amplía el ejercicio democrático. Aunque de forma dispersa, se debate sobre genocidio, violencia militar, memoria histórica, transformación del Estado y el sistema. Se actúa, cada vez con mayor amplitud, a partir de un nuevo ideal de sociedad y convivencia. La necesidad de nuevas formas de organización se coloca en el centro de la política, una vez que la racionalidad dominante toca fondo.

Guatemala puede analizarse hoy a partir de las limitaciones de las acciones judiciales, la omnipresencia de la agenda e intereses de Estados Unidos o las reformas controladas que no tocan las bases del modelo. Y puede pensarse también en función de las múltiples acciones cuestionadoras de un Estado y un modelo de convivencia construidos sobre la impunidad, los silencios y los pactos de elites.

Podemos pensar Guatemala en términos de “mecanismos de repetición y acontecimientos de ruptura”, tal y como nos propone el filósofo francés Alan Badiou, estudioso de los nuevos procesos de movilización social. Este esfuerzo implica, para este autor, ver los elementos de continuidad y los “fenómenos de creación y novedad[4]. Las preguntas sobre la realidad deben entonces enfatizar los escenarios que se abren y cómo se reconfiguran actores y prácticas políticas en ellos. 


Actualidad: líneas de disputa
Modelo extractivista, desarrollado sin consentimiento comunitario y bajo la lógica de maximización del beneficio empresarial, a cualquier costo (uso de la violencia).
Resistencia social y comunitaria. Apuesta por un modelo económico, social y político de colaboración entre personas y respeto a los derechos de la naturaleza.
Vieja cultura política: clientelar, inmediatista, carente de valores, delegativa y no participativa.
Subjetividades políticas transformadoras: ciudadanía activa (estudiantes, jóvenes, profesionales urbanos) y movimientos sociales históricos en procesos de construcción de autonomías (territoriales, simbólicas, económicas, afectivas…). 

Disputas internas: fin del pacto de elites de 1985, que todavía no ha sido sustituido por un nuevo pacto. Tensiones oligarquía, economía emergente y criminal, Estados Unidos, transnacionales y gobiernos europeos.  
Propuesta de un nuevo pacto político, construido desde los pueblos.

Reducción de derechos básicos como expresión, movilización y participación.
Reducción de la democracia al ejercicio del voto.
Luchas por el estado constitucional garantista (partiendo de la Constitución de 1985 y/o un nuevo estado o forma de organización social.
Proyección: reformas/transformación del Estado (fortaleciéndolo vía garantía de derechos o debilitándolo vía constitucionalismo autoritario)[3]

Rupturas/novedades
Continuidades/repeticiones
Se quiebran líneas de impunidad: política y económica. 
Reconfiguración del modelo de dominación y el aparato estatal, construidos para el dominio de lo privado y la obtención de beneficio a cualquier costo.
Nuevos espacios para la acción colectiva y nuevos sujetos en construcción. 
Cambios hacia una nueva cultura política.
No hay cambios en el modelo económico ni en la institucionalidad estatal.  
Actores tradicionales controlan los espacios principales de poder.
Reconstrucción lenta de la ética y lo público-político.
El acontecimiento es la apertura de múltiples espacios de acción: un campo abierto de posibilidades (Badiou).
La apatía, la desesperanza y el fatalismo se conforman como cultura hegemónica.
Fuente: elaboración propia

El despertar de la indignación (luchas que abren “nuevas posibilidades de radicalizar o “democratizar” la democracia”, afirma Boaventura de Sousa Santos)[5]; la mayoría de edad política (ejercicio activo de ciudadanía) de juventudes, estudiantes, clases medias; la relegitimación en este nuevo contexto de las luchas por la transformación estructural protagonizadas por comunidades, pueblos, movimientos de mujeres e indígenas; la necesaria y todavía frágil articulación de todos los procesos anteriores, son aspectos novedosos en la coyuntura abierta en abril de 2015, que se prolonga un año después.

¿Dónde estábamos vós y yo hace un año? En la indignación, la sorpresa, la incertidumbre, las dudas, los enfados. En la reflexión, la construcción de propuestas, la alegría, el redescubrimiento colectivo y la esperanza de un país mejor. Un año después seguimos en lo mismo. Y esto apenas empieza…



[1] A este respecto, ver el análisis realizado al inicio de la administración patriota: El proyecto patriota, neoliberalismo militarista,  https://memorialguatemala.blogspot.com/p/neoliberalismo-militarista.html

[2] Crisis de régimen, retomando los análisis de Carlos Taibo sobre el movimiento 15-M en España: “A la categoría del régimen corresponden, para entendernos, el bipartidismo, la corrupción o, incluso, la disputa sobre la república y la monarquía. Lo del sistema remite, en cambio, a todas esas materias de las que no es de buen tono hablar en las tertulias al uso, sea cual sea el pelaje ideológico de las personas (?) intervinientes: el capitalismo, el trabajo asalariado, la mercancía, la alienación, la sociedad patriarcal, las guerras imperiales, la crisis ecológica”.  Carlos Taibo en Muchas primaveras para el 15-M. http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/index.php?id=515.

[3] “El pragmatismo-resignado constituye una forma de pensar la realidad que empuja a los miembros de una comunidad a asumir que lo políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo circunstancialmente posible". Andrés Pérez Baltodano. En Del Estado Conquistador al Estado Nación: de la  resignación a la ciudadanía. Revista Envío, Nicaragua, mayo 2004. http://www.envio.org.ni/articulo/2141.

[4] Citado en 15M. Hace cinco años empezó el futuro. Globaldebout. Artículo de Josep María Antentas publicado en www.vientosur.info/spip.php/article11295. 15 de mayo de 2016.   

[5]Boaventura de Sousa Santos (2013). Revueltas de indignación y otras conversas. Bolivia: Proyecto Alice. 



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