Cuatro escenas de un país en disputa

 1 Los derechos están de vuelta

El gobierno de Guatemala es, por momentos, caricatura de sí mismo: reconoce la libertad de expresión a los periodistas y la restringe a los ciudadanos (acusaciones a Daniel Pascual). Pero no cesa el ataque contra los primeros, por sobrepasar límites de la libertad de expresión (persecución a José Rubén Zamora y Francisca Grijalva[i]).

Argumenta hechos inexistentes (acciones de resistencia dirigidas por extranjeros). Acusa de forma reiterada y peligrosa a comunidades, organizaciones y líderes (persiguiéndolos penalmente). Atribuye injerencia y acciones violentas a los estandartes de la neutralidad (Proyecto Brigadas de Paz, PBI). 

Si rectifica, lo hace parcialmente, más por el grave error político cometido que por convicción, y en la rectificación está explícita, de nuevo, la falsedad: según la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos en Guatemala, las autoridades guatemaltecas reiteran el reconocimiento a la importante labor que realizan en el país las personas, grupos y organizaciones nacionales e internacionales dedicados a la defensa de los derechos humanos y la contribución que hacen al fortalecimiento de la democracia y el Estado de Derecho (comunicado 10 de julio). Lo reiterativo, no obstante, es la deslegitimación y acusaciones a organizaciones, y la restricción de derechos.

La marcha atrás en la expulsión de dos voluntarios de PBI es una excelente noticia para la democracia y el ejercicio de derechos, pero no implica, por sí misma, el fin de la persecución política (sobre la que se funda el proyecto de dominación). Es significativo que ningún funcionario responda por la catarata de acusaciones a organizaciones: el Presidente de la República, connotado criminalizador de las resistencias (por ejemplo, en Santa Cruz Barillas y San José del Golfo) ofrece el silencio como respuesta.

La disyuntiva no está resuelta: dictadura militar pro empresarial o democracia de los pueblos.

2 De temblores y mentiras


El terremoto del 7 de julio de 2014, especialmente sensible y dañino en San Marcos y Occidente de Guatemala, es reflejo del ocurrido el 7 de noviembre de 2012. Refleja la vulnerabilidad ambiental. Evidencia la desprotección social y política: un Estado constituido a espaldas de o contra la ciudadanía. Desnuda, de forma radical, la corrupción institucionalizada: el reflejo regresa a su lugar y encuentra casas (construidas después de noviembre de 2012) rajadas o destruidas, obras sobrevaloradas, promesas incumplidas.

La anécdota es la edificación de casas “tipo Baldetti”: el Fondo Nacional para la Paz, FONAPAZ, denominó así uno de los modelos, nombre retirado a solicitud de la Vicepresidencia. La realidad son los cientos de obras mal hechas y los proyectos pendientes de ejecutar (denuncias de la población), a pesar de que, el 24 de diciembre 2013, el Presidente Otto Pérez Molina considera “culminada” la tarea:

"La reconstrucción está terminada en San Marcos (…) estamos cumpliendo con lo que prometimos queríamos que tuvieran una casa segura para estas fechas, nuestro compromiso fue hecho realidad". (Información oficial del Plan Nacional de Reconstrucción en San Marcos, Guatemala en la siguiente dirección: http://reliefweb.int/report/guatemala/culmina-plan-nacional-de-reconstrucci-n-en-san-marcos-)

La realidad es la mentira institucionalizada y la burda justificación de la incapacidad gubernamental. El viernes 9 de julio de 2014 el Presidente de la República sostiene que solamente una casa de las casas construidas pos terremoto está dañada, mientras El Periódico recuenta más de 600.

Después del terremoto de 2012, el gobierno decreta el Estado de Calamidad; militariza la reconstrucción, al otorgar al Ejército un papel protagónico en la misma; establece para el efecto el Comité de Reconstrucción Nacional, con lo cual institucionaliza mecanismos para una ejecución expedita, a la vez que opaca, arbitraria y discrecional, distintivos de este gobierno… 

Hoy, se propone idéntica medida, ejecutada por los mismos actores y una lógica política común: la reconstrucción, como la institucionalidad, orientada al negocio (económico y político); un Estado que no atiende necesidades y derechos, sino beneficios particulares; la sociedad militarizada; las víctimas olvidadas; la realidad distorsionada, sin rubor, ante la estupefacción y la parálisis de la sociedad…

Entonces, en San Pedro Sacatepéquez…

3 La bala que dispara la impunidad


La empresa de seguridad, la farmacia que la contrata, y el guardia privado que asesina a Patricia Samayoa el 4 de julio, no fueron regulados, controlados ni fiscalizados por el Ministerio de Gobernación y autoridades correspondientes.

Según las primeras informaciones recabadas por familia de Patricia y periodistas, la empresa había sido sancionada de forma reiterada, por incumplir leyes y reglamentos; el empleado carecía de capacitación técnica y en derechos humanos (obligatoria); más de 200 armas registradas por la empresa están desaparecidas... todo ello, con el conocimiento (y la indiferencia) del Ministerio de Gobernación.

En este caso, el Estado de Guatemala incumple sus obligaciones de control, establecidas en diferentes leyes:
   
  • los artículos 1 y 2 de la Constitución Política de la República indican que El Estado de Guatemala se organiza para proteger a las personas y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común, siendo deber del Estado, además, garantizar a los habitantes de la República la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.
  • la Ley del Organismo Ejecutivo, Decreto 114-97, determina como atribución de los Ministros, Ejercer la rectoría de los sectores relacionados con el ramo bajo su responsabilidad y planificar, ejecutar y evaluar las políticas públicas de su sector, en coherencia con la política general del gobierno, salvaguardando los intereses del Estado, con apego a la ley (artículo 27, numeral C).
  • el Acuerdo sobre Fortalecimiento del Poder Civil y Función del Ejército en una Sociedad Democrática (AFPC), en el numeral 32, indica que el Gobierno se compromete a Promover una ley que regulara el funcionamiento y los alcances de la empresas, con miras a supervisar su actuación y la profesionalidad de su personal, y asegurar que las empresas y sus empleados se limitaran al ámbito de actuación que les corresponde, bajo el control de la Policía Nacional Civil.
  • el Decreto 52-2010, Ley que Regula los Servicios de Seguridad Privada, atribuye a la Dirección General de Control de Armas y Municiones (Ministerio de Defensa) la posibilidad de Supervisar la tenencia y portación de armas de fuego, e instala  la Dirección General de Servicios de Seguridad Privada (Ministerio de Gobernación), con la misión de regular el adecuado registro, control y fiscalización de los servicios de seguridad privada, así como el desarrollo técnico y capacitación profesional de las personas y entidades que presten tales servicios, con seguridad, confianza, eficiencia y en armonía con el conjunto de la seguridad pública y la seguridad ciudadana.

La bala disparada a bocajarro contra Patricia Samayoa, sin mediar palabra ni alarma ni motivo, en la tarde noche del jueves 4 de julio, lleva la marca de la indiferencia institucional, o la complacencia de un Estado que privatiza la seguridad (mercantilización) y promueve la violencia como instrumento para el control social.

4 Fisuras del poder autoritario


El proyecto político-empresarial de corte militar-autoritario controla instituciones, impone leyes sin discusión, amaga con desconocer la Constitución, considera los derechos como obstáculos al desarrollo y a sus defensores como oportunistas-demagogos-manipulados-ignorantes-criminales, condiciona la cotidianidad (homogeneidad de pensamiento por ejemplo durante el Mundial de fútbol) para intentar proyectarse como poder absoluto.

Las resistencias comunitarias, pese a la persecución brutal; la reivindicación de la vigencia de derechos y de la idea original de democracia; el descontento creciente frente a la incapacidad y corrupción gubernamental (expresado en San Pedro Sacatepéquez); el retroceso en la aplicación de medidas penalizadoras para extranjeros; la suspensión de once organizaciones políticas (por campaña electoral anticipada); las contradicciones internas de actores del capital... advierten fisuras (y temores) en la implantación de este modelo.

Se trata ahora de:

  1. aglutinar las diferentes indignaciones, que provienen no solo de sectores populares organizados, sino de propuestas de regeneración ética, 
  2. identificar mínimos comunes, 
  3. reivindicar de forma conjunta lo que nunca hemos tenido, y paradójicamente, estamos perdiendo: todos los derechos, en un marco –dice Boaventura de Sousa Santos- de construcción de democracia ampliada y sin fin.

El país está en disputa: democracia de los pueblos en vez de la vigente dictadura miltar pro empresarial.

Andrés Cabanas, 15 de julio de 2014

Democracia de los pueblos frente al gobierno sin derechos

Andrés Cabanas, 7 de julio de 2014
Aniversario consulta comunitaria en Santa Bárbara, Huehuetenango

Si a la democracia le recortan derechos, acuerdos y la expresión de la voluntad de las mayorías, queda esto: la arbitrariedad como norma, la violencia como conducta, la exclusión como proyecto.

Queda el actual gobierno/esquema de poder en Guatemala, caracterizado por el debilitamiento del Estado (vacío de recursos, autoridad y legitimidad); la supeditación de instituciones y leyes al dictado de las empresas (gobernabilidad empresarial); la estigmatización de la demanda y defensa de derechos; la persecución final (o ustedes o nosotros) de la organización social. La política se vuelve puramente discrecional: incumplimiento de leyes, carencia de procedimientos, vulneración de autonomía de instituciones, supeditación a la arbitrariedad del Presidente y cualquier grupo económico. 

La democracia formal es sustituida por un acentuado autoritarismo político. La Constitución de 1985, y el marco legal e institucional de ella derivada, no son hoy totalmente funcionales a las necesidades de acumulación: cada vez más actores coquetean con proyectos políticos formal y marcadamente autoritarios, sin concesiones a la democracia representativa. Se promueven, así, reformas o rupturas constitucionales para la constitucionalización de la soberanía de las minorías (Álvaro Velásquez), con líneas de identidad claras: 

reducción de derechos colectivos (subordinación de los Convenios Internacionales, entre otros el Convenio 169, a la legislación nacional);
reducción del papel del Estado a la salvaguarda de la certeza jurídica de las inversiones (para impulsar un modelo determinado de desarrollo);
consideración de todos los bienes naturales como susceptibles de mercantilización: 
privatización ilimitada: del subsuelo, propuesta entre otros por el CIEN; del mar, propuesta por la Universidad Marroquín; 
ampliación del periodo del actual ejecutivo, para fortalecer el proyecto oligárquico-militar;
control institucional.

Las leyes económicas, aprobadas por el Congreso o en discusión, avanzan en el mismo sentido: amplían exenciones fiscales e impunidad para empresas (propuesta de Ley de inversiones y empleo); subordinan (en su dinámica de aprobación) a las instituciones; tipifican la protesta social como delito (Ley Tigo, propuesta de Ley de servidumbres de transmisión eléctrica). Las leyes construyen por sí mismas un nuevo pacto político y económico, que garantiza el actual modelo de acumulación a costa de la pulverización de derechos, de forma contundente y a veces inadvertida. Por ello las diferentes propuestas de reforma constitucional, incluido el intento de ampliación de periodo presidencial, son estratégicas: van más allá de tácticas de ensayo y error, o distractores. 

El nuevo marco constitucional, en construcción, implica acuerdos entre actores: economía criminal, transnacionales, economía emergente, ejército, oligarquía, gobierno (los acuerdos no excluyen disputas por el control de negocios y el poder político). Es a la vez continuidad y adecuación del pacto histórico Oligarquía-Ejército, en momentos en que éste tiene poder económico autónomo y por tanto exige mayores cuotas de decisión. La presencia protagónica del Ejército confiere a este momento una inequívoca identidad autoritaria.

Democracia de los pueblos
Lo que en teoría tenemos: posibilidad de elegir a través de partidos, división de poderes, vigencia formal de derechos. Lo que vivimos: dictadura cívico militar, proyecto neoliberal militarista, gobierno de las corporaciones… Se juega a la decisión electoral mientras se apuesta por la ruptura autoritaria.

La política se empequeñece y nos empequeñece: un Presidente de muy limitados recursos opina de todo y contra todo; los partidos políticos acentúan su identidad de empresas y sus intereses de corto plazo; las instituciones autónomas son el trampolín para el enriquecimiento. La falta de cuidado de la vida (asesinato común de Patricia Samayoa como consecuencia de la crisis política estructural), la homogeneización y simplificación del pensamiento (el Mundial de fútbol como catalizador), la pérdida de valores (multiplicación de la corrupción institucionalizada), la extrema individualización (abandono de proyectos y derechos colectivos), los ataques a mensajeros que portan otros mensajes (expulsión de dos voluntarios de Brigadas de Paz, juicio contra Daniel Pascual) fortalecen este poder autoritario, en medio de la pasividad y la atonía.

El reto, para todxs, es mantener la convicción democrática en esta acelerada descomposición autoritaria y pro militar: la utopía de la construcción y ampliación de una democracia concebida desde los derechos y no desde los negocios; la legitimación de la organización y la participación en vez de la represión; el gobierno de los pueblos y no de los caprichos. La apuesta inequívoca por la transformación pacífica frente a la legitimación de la violencia (por tanto, de la imposición y la exclusión).

El reto es, además, articular de forma plural los espacios de protesta y propuesta (recreados desde pueblos indígenas, movimiento de mujeres y feminista, movimiento de jóvenes, luchas sociales y otros), a partir de miradas integrales, para un nuevo ejercicio del poder.